sábado, 14 de marzo de 2015

"PUEDO PROMETER Y PROMETO" de Fernando Ónega


A medio camino entre la biografía y la crónica, este libro reconstruye la trayectoria política, personal y sentimental de un hombre esencial en la historia de la democracia. Gracias a los testimonios de aquellos que estuvieron junto a él, incluido el rey Juan Carlos I, Fernando Ónega recupera los recuerdos que han ido diluyéndose en su memoria, y nos ofrece su homenaje personal a un político inolvidable, Adolfo Suárez.

Fernando Ónega, periodista español, fue jefe de prensa del gobierno de Adolfo Suárez. Ha escrito en periódicos como La Voz de Galicia y La Vanguardia; locutor de radio en SER, COPE y Onda Cero; presentador de informativos en Telecinco y Antena 3; y colaborador de reconocidos programas como 59 segundos, Las mañanas de Cuatro y Saber vivir. Su trayectoria profesional está reconocida por diversos galardones, como el Premio Ondas, la Antena de Oro y el Micrófono de Oro. 
Fernando Ónega ha dividido esta obra en trece capítulos para poder situar al lector en la leyenda de Adolfo Suárez, el piloto de la Transición que asombró al mundo y que no ha dejado de crecer en los últimos años.
Adolfo Suárez alcanzó la presidencia del Gobierno de forma tan inesperada como la abandonaría después. Son, sin lugar a dudas, los cinco años más apasionantes y decisivos de nuestra historia reciente. Suárez gobernó con audacia y valentía un país que estaba cambiando de piel, abordó con entusiasmo el reto de desmontar la dictadura franquista para alcanzar un nuevo estado democrático y constitucional, y a pesar de ello, el hombre que mejor representa el espíritu de la Transición, terminaba su aventura política traicionado por sus propios camaradas. La dimensión del cambio que había protagonizado levantaba pasiones enfrentadas, y una enorme ingratitud para la que no estaba preparado.

Los capítulos o partes en los que Ónega ha dividido su libro son:
-“¿Tú también vienes a pedir dinero?” Ésa fue la pregunta que Adolfo Suárez le hizo al rey, a quien no reconoció. Fue la última conversación entre ambos. Al recordarla, a don Juan Carlos se le escapa un gesto de emoción. Aquí se cuenta cómo el autor descubrió la enfermedad del presidente y cómo éste no pudo llegar a ser testigo de su reconocimiento público.
Fernando Ónega manifiesta su pesar por la enfermedad de Suárez, cómo al llamar a su casa en la Navidad de 2002 para felicitarle le informan de su situación. Ónega relata cuándo se va haciendo oficial la enfermedad del ex presidente, los políticos y amigos que se encuentran con Adolfo y el sentimiento de tristeza e impotencia que genera en todos ellos el hecho de encontrar inmerso en el olvido al responsable de la transición española.
-El nacimiento de un líder. Fue líder desde niño. Empezó reformando la Acción Católica. Empapeló Ávila de carteles por el día, los retiró por la noche y denunció el “boicot” a la policía y a la prensa local. Así agitó por primera vez la opinión pública.
El autor, con cierta retórica más propia de una novela que de una obra histórica, narra la las situaciones vividas por Suárez en su juventud en las que ya manifestaba dos de sus principales cualidades: la osadía para la renovación y la audacia en la estrategia. Nos habla sobre el primer grupo que Adolfo lideró en los años cincuenta, la asociación De Jóvenes a Jóvenes, y sobre las estrategias de márketing que en aquella época y sin haber tenido una formación sobre ellas, hacía uso en sus planificaciones.
-El chusquero que entendía el Estado. Donde se descubre su fondo socialdemócrata, cómo lo veía el rey, el punto d gallo que tenía, sus complejos y arrebagos… y aquella decidida señora que quiso comprobar el tamaño de sus atributos.
El mismo Suárez se definiría en varias ocasiones como el “chusquero de la política”, y con otras definiciones él mismo resumiría su persona y su forma de hacer política: “No soy experto en nada, pero creo que soy un buen político” o  “Saben que soy una persona sencilla y normal”. Dejó bien claro, junto con su familia, su honestidad al no utilizar su cargo político para enriquecerse.
En esta parte, Ónega pone de manifiesto su vanidad de escritor, le gusta hablar de sí mismo y aprovecha esta ocasión para mencionarse a sí mismo.
El autor describe en este capítulo la personalidad de Suárez, cómo le impactaban las malas noticias, lo introvertido que era  en lo referente a las razones de sus disgustos. También hace mención de las personas por las que sentía un gran afecto (Chus Viana, Gutiérrez Mellado y Rodríguez Sahagún), a las que admiraba (Felipe González y Alfonso Guerra), y las que le causaron un daño (Fernando Abril y Josep Melía, compañeros de UCD).
En esta parte conocemos los detalles de cómo Suárez quería hacer la transición más conciliadora: amnistía, legalización de todos los partidos políticos, elecciones libres, reforma total del Estado, reconciliación… Suárez concedía a la figura del Rey una importancia vital para que la transición se realizara, aunque fuese hijo y nieto de republicanos.
-Por qué Adolfo Suárez. Para acreditarse como gobernante, pasó cinco pruebas: gestionar una catástrofe, evitar un estado de excepción, derrotar al yerno de Franco, demostrar talante democrático y someterse a un examen de Estados Unidos.
Diversos acontecimientos ocurridos en España antes de su nombramiento y el modo en que intervino y dio soluciones fueron decisivos para que el Rey se decantara por él: los Ángeles de San Rafael (ante una catástrofe en un local de ocio Suárez se personó junto con Fernando Abril Martorell en el lugar a organizar, coordinar y participar en el rescate), la batalla contra el yernísimo (su capacidad para crear estrategia y sorprender a los rivales le valió para vencer a Cristóbal Martínez Bordiú, yerno de Franco), los sucesos de Vitoria (su forma de intervenir en los conflictos políticos-laborales acaecidos en Vitoria durante la Transición), la ley del Derecho de Asociación Política (el discurso de defender ante las Cortes el proyecto de ley que regularía el Derecho de Asociación Política), la prueba de Estados Unidos (en donde les ofreció la suficiente confianza sobre el modo en el que llevaría a cabo la Transición) y el examen de Fernández-Miranda (Suárez entabló amistad con Fernández-Miranda, quien le apoyaría en su carrera a presidente)
-El día que el rey se jugó la corona. Un juego de filigranas a cargo de un mago llamado Fernández-Miranda. Desmentido de la servilleta de Segovia. Intención del rey: llevar al poder a una nueva generación.
Suárez se enfrentaba a candidatos que, aunque poseían capacidad de seducción como él, carecían de la audacia que caracterizaba a Suárez, ese aspecto junto con su disciplina, inteligencia, energía política, capacidad de diálogo, hombre joven con energía y comprometido con su país fueron los detonantes para que el Rey en simbiosis con Fernández-Miranda se decantaran por Adolfo Suárez.  El panorama con el que se encontraría Adolfo podía ser desalentador para cualquier otro político en su lugar, pero para él suponía un reto que tenía que superar: crisis económica, incertidumbre de la opinión pública, enemistad declarada de los perdedores en la designación del rey. y una vez designado presidente, junto a Alfonso Osorio, su vicepresidente, confeccionaron la lista de los posibles ministros.
-Cómo destruir en un año las estructuras de cuarenta años de franquismo. Un año después de su nombramiento, no quedaba ninguna de las estructuras represivas del franquismo. Ésta es la crónica de cómo se desmontó un régimen, pieza a pieza y poder a poder, y donde el rey Juan Carlos revela que había una meta, pero no un diseño previo de los pasos.
Los primeros ocho meses desde que Suárez se instala en la presidencia, se viven los momentos más intensos de la Transición.  El principal obstáculo con el que se encuentra son los adeptos al régimen de Franco que tenían intereses que defender, ¿cómo cambiar España con todos ellos? Existía una dicotomía: los partidarios de llegar a democracia a través de un proceso de reforma y los defensores de la ruptura, porque creían que un régimen autoritario no podía reformarse, sino que era necesario destruirlo. Su reto fue construir un régimen político estable bajo la forma de gobierno monárquica, pese a que existía una mayoría republicana seguida de partidarios de la continuidad del sistema franquista. Otro reto era crear un Gobierno con ministros con experiencia que no hubieran tenido alguna competencia en el régimen, y la verdad, todos estaban salpicados por el franquismo. Una de las leyes decisivas, entre tantas, fue la prohibición a los militares profesionales actuar en política.
La libertad que Suárez otorgó a la radio supuso el principal apoyo para la Transición y democracia. Un año después de su nombramiento, no quedaba ni una de las estructuras represivas del franquismo.
-Siete días que cambiaron la historia de España. Increíbles sucesos en dos años: filigranas para que un régimen autoritario se suicide; una matanza que enciende la alarma del conflicto civil; unas elecciones con trescientos partidos; extraños pactos a través de intermediarios; una película de espías…
Los crímenes del franquismo quedaron impunes, según algunos críticos ése fue un error de la Transición, para otros, fue algo necesario para que el cambio se realizara de la manera más conciliadora posible, de lo contrario se hubiera abierto un conflicto de dimensiones incalculables y sin fecha de caducidad. La Ley para la Reforma Política que desmontó el tinglado jurídico del franquismo fue ideada en su redacción por Torcuato Fernández-Miranda, siempre en conversación con Suárez.
El momento mágico y de gloria para Suárez fue el día en el que las cortes aprobaron la Ley para la Reforma Política; los 425 votos que necesitaban se alcanzaron gracias al arduo trabajo de cada ministro de Suárez y del presidente de las Cortes que se repartieron los nombres con los que cada uno debía hablar hasta convencerlos.
La confluencia de diversos hechos negativos (intervención de grupos terroristas), manifestaciones sindicales, la matanza de Atocha…ponen en grave peligro la estabilidad política por la que tanto habían trabajado y luchado.  Pero se fue superando, y el 15 de junio de 1977 pasará a la historia por celebrarse las primeras elecciones democráticas. Una de las muestras del gran cambio que se había llevado a cabo en España fue la presencia en las Cortes de Dolores Ibárruri, Rafael Alberti, Santiago Carrillo y Marcelino Camacho. Las conversaciones con Josep Tarradellas fueron un impulso para el llamado Estado de las Autonomías, creado por Suárez.
Pero el exceso de trabajo, de obstáculos, de traiciones, de intensa estaba  política comenzaron a provocar en Adolfo un desgaste físico y emocional. Pese a su agotamiento, en diciembre de 1978 se publicó la Constitución, a la que algunos llaman, por la labor y huella de Suárez para su creación, una Constitución Suarista.
-El escenario, las personas. La Moncloa, más que austera, era pobre. El método, una continua y sacrificada tarea de seducción: “Vivo para convencer”, decía Suárez. Y una mujer que enamoró a un obispo.
La Moncloa se caracterizaba por la austeridad en la que se movían sus inquilinos. Las personas de las que Suárez se rodeaba y que fueron el motor de su vida personal y política: Amparo, la compañera (su apoyo incondicional); el rey Juan Carlos, el motor (ambos formaban una simbiosis); José Mario Armero, el correo (actuaba de puente entre Suárez y la oposición); Gutiérrez Mellado, la fortaleza (siempre se mantuvo junto a Suárez como militar fiel y leal a la democracia y al presidente); Aurelio Delgado, más que un cuñado (su hombre de confianza); Chus Viana, la pérdida dolorosa (Jesús María Viana Santacruz, actuó de puente entre el País Vasco y el Estado; su fallecimiento supuso arrebatarle a Suárez un pilar); Carmen Díez de Rivera, primera baja (actuaba como jefe de gabinete de Suárez y portavoz con la oposición); Eduardo Navarro, la otra pluma (hombre importante en la vida de Suárez pero no influyente, fue quien le escribió los discursos que pronunció al dejar la vida política); el “negro” del presidente (el autor de este libro y escritor de los discursos del presidente, de los más celebres y representativos de su mandato)
-Las bajas más dolorosa. Fernández-Miranda se retira porque Suárez dice: “O él o yo”, y lo dice delante del rey. A Fernando Abril lo meten en una conspiración.
Además de las personas que se nombran en el anterior capítulo también existieron otras importantes en la vida de Suárez: dos buenos amigos de la familia, Fernando Alcón y su esposa; la secretaria que le acompañó desde la Secretaría General, Julita; el secretario personal en la presidencia, Amores; y otros como José Manuel Otero Novas, Manuel Ortiz, José Luis Graullera, Alfonso Osorio, Torcuato Fernández-Miranda y Fernando Abril Martorell.
Fernández-Miranda, procedente del régimen anterior, fue un hombre fundamental en toda la ordenación del proceso de cambio de dictadura a democracia; Suárez representaba la parte ejecutiva y Torcuato la legislativa, pero ciertas discrepancias y recelos llevaron a que Suárez continuara como presidente y Miranda se apartara.
Abril Martorell, vicepresidente del gobierno de Adolfo, fue pieza esencial en la elaboración de la Ley para la Reforma Política. El agotamiento de Suárez provocó una mayor presencia de Martorell, pero la oposición y detractores se fijaron en él como pieza clave para atacar a Suárez y derribarlo. Diversas versiones se suceden respecto a la ruptura entre Suárez y Abril Martorell, lo que sí queda claro es que la pérdida de confianza en Martorell fue un duro golpe para el cansado Suárez; cesó en septiembre de 1980.
-La máquina de seducir. Suárez convenció de su reforma como un vendedor ambulante: puerta a puerta y persona a persona. El hombre que quería ser Felipe González.
La gran labor de Suárez no solo fue desmontar el régimen de Franco, sino también sustituir a la clase política de aquel régimen por otra que comenzaba a tener y a dispensar las credenciales de democracia. El éxito de Adolfo se debió a su capacidad carismática y a la credibilidad que transmitía. Su consigna era escuchar a quien tenía algo que decir o algo que reclamar; de todas esas conversaciones, las más importantes y que pasaron a la historia fueron la de Felipe González, la de Santiago Carrillo, la de Tierno Galván y la de Josep Tarradellas; llegando a entablar relaciones sinceras con todos ellos. Aunque por parte de Felipe González sufrió un sinfín de ataques con la intención de destruirle.
Pero, en el momento decisivo para conseguir la presidencia, Suárez hizo uso de su intuición, estrategia y potencial,  y fue a por los indecisos, dejando fuera de juego al partido socialista; los socialistas vencidos en las elecciones le declararon la guerra a Suárez a quien le atacaron con todo tipo de hostilidades, y maniobras para condenarlo a la soledad.  Agresiones verbales directas hacia Suárez se convirtieron en algo habitual, González y Alfonso Guerra necesitaban por todos los medios destruirle para poder acceder a la presidencia.
Los periodista fueron su apoyo y también quienes colaboraron en su caída y quienes incrementaron el descontento y desconfianza en lo referente a la política exterior, pero al final fueron ellos quienes lo elevaron a lo más alto en la historia de España.
-Entre dos fuegos (o más). Donde se revela que Suárez también negoció con ETA, aunque sólo para garantizar la paz durante el proceso electoral de 1977. Y ETA lo respetó sin ninguna concesión política. La policía, al borde de la explosión.
Suárez tenía que batallar con la oposición política, pero además tenía que hacer frente al terrorismo; tenía que vigilar y contener los movimientos golpistas y tenía que tranquilizar a la sociedad española para que el miedo no impidiera el éxito de la Transición. Se tuvo que enfrentar al terrorismo de la extrema derecha, el de ETA y el de los GRAPO. Y les hizo frente sin caer en la provocación de los violentos ni en las incitaciones de los represores. Suárez tuvo que afrontar en seis años las consecuencias de los más de doscientos cincuenta asesinatos de ETA.
-El permanente ruido de sables. Todos los días, presión militar hasta el estallido final. Reuniones, conspiraciones y salas de banderas. El rey, Suárez y Armada. Suárez había hecho un curso para estar preparado para un secuestro.
El enfrentamiento de Suárez con los militares; su gobierno estuvo siempre bajo el riesgo de un permanente golpe de Estado, que se produjo cuando iba a entregar los poderes a Calvo-Sotelo. El principal enemigo del rey y de Suárez fue el ejército. Pero el apoyo como vicepresidente para Asuntos de la Defensa del teniente general Gutiérrez Mellado fue esencial para el mantenimiento de la democracia. Suárez imponía su autoridad cuando se producía un conflicto de disciplina, siempre repetía que “el poder sólo es civil”. Por otro lado, el rey habla mucho con los militares con la intención de contener el golpismo, y mantener la Corona.  El comportamiento de Suárez y Carrillo el día del tejerazo en el Congreso acalló a críticos y adversarios, un acto de valentía y dignidad.
-La conspiración permanente y la soledad final.
La retirada de apoyo por parte de sus ministros, la constante lucha con la oposición, las decisiones sobre las autonomías y algunos problemas físicos provocan un deterioro en la imagen de Suárez, llegando a su derrumbe en 1980. La ilusión y energía que caracterizaban a Suárez se fueron desgastando a lo largo de su mandato debido en gran parte a la hostilidad a la que se vio sometido.
-Epílogo. En carta al autor d este libro, Adolfo Suárez confiesa cómo le atormentó la falta de atención a su familia, cómo planteó la Transición y cuál ha sido su mayor gloria: por primera vez, una España sin vencedores ni vencidos.
Suárez comparte con Ónega algunas de sus reflexiones a través de una carta; el autor considera esa comunicación como su testamento político. Adolfo le confesaba su malestar por no haber dedicado tiempo suficiente a su familia, así como su decepción con algunos y gratitud con otros, y de lo que más orgulloso se sentía, de haber conseguido llegar a la democracia sin vencedores ni vencidos.
-Sus diez mandamientos.
Fernando Ónega redacta una especie de decálogo en donde resume los rasgos de Adolfo Suárez para gobernar y que puso en práctica durante todo su mandato: fue el garante del orden constitucional, actuó con coherencia por encima de las personas, tuvo siempre claro como gobernante su punto de llegada y dedicó todos sus esfuerzos para conseguir su meta, defendió al Estado y a sus instituciones, trató de buscar el acuerdo con las demás fuerzas políticas en asuntos de interés general, gobernó de acuerdo con la opinión y las demandas de la sociedad, procuró estar atento a los cambios sociales con el fin de evitar la anarquía, no se salió de los cauces legales establecidos, hizo frente a los poderes fácticos que sólo buscaban su interés parcial y decidió retirarse dignamente cuando consideró que ya no podía aportar más a la sociedad.

Suárez era meticuloso y visionario, y esas cualidades le llevaron a acercarse al Rey,  ya venía planificado su nombramiento. Se consideraba con capacidad para ocupar el cargo de presidente, y así lo demostró; se encontraba disponible a todas horas, y era capaz de crear estrategias para convencer y llegar a su meta.
Fernando Ónega deja ver, en algunas ocasiones, su vanidad de escritor, aunque por otro lado narra con detalle minucioso la labor que realizó Adolfo Suárez y las situaciones conflictivas por las que pasó durante su gobierno. Los elementos retóricos que Ónega incorpora en algunas de sus descripciones me provocan cierto chirrido en su lectura, esas metáforas y eufemismos los considero más propios de una novela romántica que de una obra histórica. Pero, fuera esos matices, lo califico como gran trabajo de investigación y recopilación de datos.
El libro recoge una extensa cantidad de información, y no se hace pesado leerlo, debería ser recomendado como lectura a todos los estudiantes, independiente de la carrera que estudien. La Transición que consiguió Suárez ha hecho posible que hoy en día podamos vivir con cierta calidad de vida y libertad. La labor que realizó en un tramo de tiempo tan corto fue tan intensa que ahora viendo cómo actúan los políticos actuales una piensa que se retiró Adolfo y todo se quedó estancado. Como los avances que él consiguió ningún miembro de la clase política lo ha conseguido, y el motivo principal es porque Suárez trabajó para España, para conseguir un país libre, y los políticos actuales ansían llegar al poder con el único propósito que su propio interés, eso, y el poco entusiasmo que demuestran en sus decisiones.
En la política actual se necesitan grandes dosis de suarismo, para que España consiga dar un gran salto hacia delante necesitamos que nos representen personas que quieran repetir las estrategias políticas de Adolfo Suárez, su entusiasmo por  mejorar un país que se encuentra manoseado y exprimido por tantos pseudopolíticos.


Octubre-2014
María José Delgado Hdez.



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